viernes, 29 de agosto de 2014

EL AMORSSSSSHHHH

Hoy Cano se va a Bolivia 1 mes y medio. Y antes de que se le ocurriera avisarme de la nada, había estado pensando en cómo me involucré con él durante casi 10 años y por qué tuve un hijo con él.

Y siempre me vienen a la mente los mismos recuerdos, que estaba muy muy muy enamorada de él. Que la primera vez que lo vi fue mágico, fue como si supiese que algo muy fuerte pasaría entre nosotros. Era mi primer día en la Universidad, nos organizaron una especie de convivencia previa para conocer a la generación y cuando estábamos en el auditorio entraron los que estaban a cargo de la Sociedad de Alumnos de Comunicación, entre ellos un chico alegre, con una vestimenta que parecía haber sido sacada de los años 50´s y que no paraba de saludar a todos regalando enormes sonrisas, un tipo muy carismático. Ese sería mi primer novio, Julio.

Después estábamos todos en la fuente, había hecho mi primer amiga, Aline, y mientras conversábamos, me comentó: - Ufff ahí está el locutor de WFM, Canito - lo miré y noté unos hermosos brazos torneados que sobresalían de una camiseta sin mangas, y unos ojos gigantes gigantes color turquesa enmarcados por unas delineadas pero abundantes cejas negras. Wow, pensé.

Los días pasaron y todo era emocionante, no entendía mucho la lógica de mis nuevos compañeros, todos muy diferentes a los de la prepa, judíos, fresas, wannabe, hippies reales, mamones, mormones, israelitas, santurronas, intelectuales, un abanico amplísimo de idiosincrasias y estilos que me mantenían en suspenso. Yo en cambio, era provinciana... muy.... no estaba muy relacionada con la sociedad de consumo, tiendas, películas, series de televisión, drogas, alcohol, fiestas que manejaba "la escena". Era muy ingenua, y todo, casi todo, me parecía sumamente atractivo por ser tan diferente a mí y a lo que solía conocer.

Hubo una fiesta de bienvenida para alumnos y recuerdo que tenía ambas manos ocupadas, una por el galancito que me gustaba  del salón y la otra por el que me decidí para andar, Julio. Tal vez, esa decisión fue fundamental para lo que aconteció después.

Obviamente mi concepto de andar, no tenía nada que ver con la lógica de estos muchachones a los que una vez escuché opinar de nosotras, como "carne fresca". Era la primera vez que vivía sola, en una de las ciudades más grandes del mundo y en una de las universidades más prestigiadas del país. No tenía horas de llegada ni de salida, todavía no existían ni se usaban los celulares como hoy, tenía un tabique gigante que era nuestro celular y en el que prácticamente mi hermana y yo hacíamos el menor ruido posible para hablar con nuestros padres y dejarlos completamente tranquilos sobre nuestra actividad como mujeres solas.

Y aunado a todo esto, era virgen. Tal vez no por convicción, porque ya me había dado semejantes fajotes, sino más bien porque en realidad no había tenido la oportunidad de intimar con alguien profundamente. Julio iba por mí al finalizar las clases, y nos íbamos en su bochito. En el camino me iba recitando poemas de grandes autores (amaba a Cortázar) y otros que escribía para mí. Escribía brutalmente, como él decía, y yo sólo me estremecía con cada línea que me dedicaba, era como si estuviera viviendo en una película romántica al estilo Luna Amarga (en la primera parte). Veíamos películas, muchas, me leía fragmentos de sus libros favoritos, me mostraba los tesoros que su abuelo le había heredado (como sus mancuernillas y maletines) me introducía a un mundo lleno de letras, libros, exposiciones de arte, performances donde todos hacían pipí, cigarros, películas, alcohol y obviamente sexo que nunca había probado. El día que perdí mi virginidad, le pedí que lo hiciera a costa de lo que fuera, aunque yo lo cortara en ese momento o le dijera que ya no quería hacerlo, ya que me dolía mucho y temía no poder perderla por miedo. Jajajajaja bien tierna.

Y entre todo ese mundo de fantasía que estaba viviendo, volví a ver al futuro padre de mi hijo. -Canito es lo máximo, tiene un programa de radio, trabaja mucho y además es artista - me dijo Julio. Al que apodé Yuyo, y me nombró Vayeya. Cano y yo nos miramos, fijaba sus ojos claros en mí y yo no sabía si era hacia mí o hacia algo que sucedía a mi alrededor, me parecía el hombre más extraño e interesante que había visto.

Entonces, pasaron mil cosas con Yuyo hasta que nuestra relación intensísima acabó por consumirse en un récord de 5 meses. Yo estaba devastada, sólo lloraba y me sentía triste y decidí regresarme con mis papás, pero la realidad era que no podía, era como si hubiera abierto la caja de pandora y no pudiera ignorarla. Entonces le dije a mi mamá -Quiero regresar mami, me enfocaré en mis estudios no por un hombre voy a dejar todo atrás-. Bien, mis padres lo aplaudieron y en menos de 2 semanas ya estaba de vuelta en la universidad. Los comentarios de algunos que conocían vagamente el término de la relación eran odiosos, pero hice caso omiso y me metí a todas las clases extracurriculares que pude. Danza, atletismo, teatro, bailes de salón, historia, redacción, etc, etc., Me fui olvidando de Yuyo, tuve en ese inter tres novios y luego un día mientras esperaba en la línea del Sindicato (la tienda económica de la Uni) me encontré con Canito. Pagó mi tutsi pop y me dijo: -Oye pues te invito a mi casa a comer un día -.

- Sí claro, tu dime cuándo -.
- Pues si quieres ¿mañana?
- Sí.

Al siguiente día salimos de clase y nos fuimos a su casa. Cuando entré, vi en el fondo una mujer muy bella que armaba collares de chaquiras. Y pensé, ¿quién será esa chava tan guapa? Luego, como si adivinara lo que estaba pensando aclaró. -Te presento a mi mamá.  Ohhhhh.

Su mamá se portó de lo más amable y me regaló una sonrisa que denotaba gran emoción. Subimos a su cuarto, y en menos de 10 minutos estaba encima de mí besándome. Otra vez un wow.

Las siguientes citas, se volvían más intrigantes. El nunca me decía exactamente lo que pensaba, era imposible leerlo, a veces era demasiado callado y ausente. Pero si que disfrutábamos escuchar música, y me contaba muchas cosas de pequeño más no de su vida actual. Cuando me quedaba con él hacíamos el amor, y el gritaba y prácticamente se convulsionaba al tener un orgasmo. Para mí era rarísimo, a veces me asustaba, pensaba que le hacía daño. Y durante las noches, se despertaba sudando y gritando horrible. Casi siempre me decía que tenía pesadillas horribles, y que alguien lo perseguía. A mi sólo me daban ganas de consolarlo como a un niño. Otras veces se quedaba tan dormido en mis brazos, que acababa babeándome a chorros el antebrazo. Era como un bebesote y yo que siempre he sentido una debilidad agudísima por los bebés (desde que me acuerdo tenía nenucos, muñecos a los que bautizaba y daba nombres) sentía que en verdad que había encontrado al Pimpón de mi vida.

Pero evidentemente no todo era miel sobre hojuelas. Su timidez lo llevaba al extremo de evitar vernos en la Universidad, a veces, le hacía bromas diciéndole que el sólo me amaba entre cuatro paredes blancas, como un amor de clóset y el me respondía que le daba pena que sus amigos no tuvieran novia y el sí, que no le gustaba hacer demostraciones de afecto en público. Eso me chocaba y me siguió chocando los siguientes años.

Yo melosa, cursi, afectiva al extremo, no podía contener mis ganas de abrazarlo y besarlo. Era como si me mostraran una tarta de chocolate y me la tuviera que ir comiendo poco a poco. Imposible. A veces se iba y no volvía, y yo me sentía sola, abandonada sin alguien en quien poder confiar realmente. En una fiestota de arte me dijo, -por qué no vas por ahí y conoces a alguien-. Me fui directo al baño, y me senté en un pequeño sillón pensando en por qué perdía mi tiempo con alguien que no quería estar conmigo. Entonces se me acercó ese alguien interesante, el que actualmente se ha convertido en un gran soporte de amistad, Juanpayo. Pero esa es otra historia.

Muchas otras anécdotas macabras y no sucedieron, pero fueron tantas que mejor ni acordarme. Lo cierto es que yo amaba con todo mi cuerpo y alma a este hombre, deseaba perpetuar mi existencia con él, sentía un llamado de la naturaleza continuamente y cada vez que lo hacía con él deseaba fervientemente que su semen se introdujera lo más profundamente que se pudiera. Como si fuera una medicina, tenía una necesidad frenética por ese líquido que olía increíblemente bien, y que sentía que me curaba por dentro. Es raro.... Era muy animal y muy fuerte también. Y de pronto nos encontrábamos buscando nombres de nuestros hijos futuros, y de los hermosos ojos que tendría al admirarnos uno al otro en tardes largas y soleadas que sólo Dios sabe lo inmensamente feliz que era.








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