lunes, 18 de abril de 2016

MUY PERSONAL

Ayer mi papá cumplió 9 meses de haber muerto. Odio la muerte. Ayer también fui al funeral de la tía que más quería a mi papá. Mi tía Chiquis. Estar en un funeral, ver las flores, el cuerpo inherte del ser que amas, los llantos de algunos, las risas de otros, el protocolo social de los que llegan y nadie, nadie nunca sabe que decir.

Porque nadie está preparado para la muerte. Nunca. Aunque todos sepamos que nos vamos a morir.
Y lo peor que todos creemos que somos demasiados jóvenes para morir, pero la realidad es que nunca se es joven para morir. Y eso da terror. Me da terror perder más personas en mi vida. Ya no quiero estar ni cerca de los hospitales. Todos esos lugares me parecen un infierno. Todos sufren. Los pacientes, sus familiares. Al parecer los que menos sufren son su personal, y por eso todos ellos me parecen una bola de insensibles desgraciados.

Recordar la cara sin gestos del desgraciado doctor que atendía a mi papá cuando despertaba entubado es una de las imágenes más dolorosas de mi vida. Cada vez que siquiera lo pienso tantito me pongo a llorar.

No me siento bien, siento que no fui buena hija. Me siento cobarde por no haber mandado a todos al diablo y desconectar a mi papá y llevármelo conmigo. Lo extraño tanto, el me defendió hasta el último día de su vida como nadie. El nunca me quiso hacer sufrir y yo lo vi sufrir y no hice nada. Nada. Eso siempre me va a doler, me tiene atravesado el corazón como una estaca llena de dolor.

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